top of page
Reciente

Cáncer y fe

  • Yanyi
  • 2 dic 2014
  • 7 Min. de lectura

​​

A Amparo no le gustaba visitar al doctor, incluso durante su embarazo nunca pisó un consultorio médico. Decía que ella no iba a mostrarse ante un desconocido, le daba mucha vergüenza. Estaba a punto de dar a luz cuando le diagnosticaron eclampsia (presencia de convulsiones en una mujer embarazada). Su bebé falleció.

Pasaron más de 20 años desde su único embarazo, nunca intentó de nuevo ser mamá, sintió mucho temor concebir otro hijo, terminó su relación amorosa con el papá del bebé y no volvió a tener otra, se quedó sola, viviendo en casa de sus padres con su hermana y sobrina.

En el año 2003 algo la preocupó, ya tenía 51 años de edad y su menstruación era aún muy abundante, prácticamente hemorrágica. Pasó un tiempo y ella no soportó más esa situación, decidió al fin buscar ayuda científica y acudir al médico.

Primero pasó por consulta general, allí le ordenaron unos exámenes de urgencia y la remitieron inmediatamente al ginecólogo, se realizó los análisis correspondientes a inicios del mes de diciembre. El día 12, en compañía de su sobrinita Diana fue a reclamar los resultados en la clínica la Madre y el Niño de la ciudad de Neiva. Ingresó sola al consultorio.

La atendió una mujer quien sin la mínima prudencia y ética, le dice: “Señora Amparo, usted tiene cáncer de cuello uterino, está completamente invadida por él, lamento decirle que sólo tiene 6 meses me vida”. -Estadísticamente este cáncer es el segundo más frecuente en el mundo con 500.000 casos nuevos en el año y 274.000 muertes anuales, precedido por el cáncer de seno en la población femenina- Al escuchar este diagnóstico, Amparo sin pronunciar palabra alguna, sale de aquel lugar bañada en llanto, su sobrina no comprendía que había pasado. Llegaron hasta el centro de la cuidad caminando, iban a comprar los regalos para dárselos a los niños el 24 de diciembre en la novena de aguinaldo como ya era costumbre todos los años. Amparo permanecía invadida por un silencio absoluto.

Al llegar a la casa en Aipe- Huila, le contó a su hermana lo que estaba pasando, ella no lo podía creer, lloraba inconsolablemente, no se podía explicar por qué le estaba pasando eso a su hermana, Amparo le pidió que tuvieran fe, ella estaba muy segura que Dios la iba a sanar, que iba a salir victoriosa de esa situación.

Consuelo no pudo guardar ese secreto por mucho tiempo, así que fue a decirle todo a su hermana Esperanza, quién tampoco pudo contener las lágrimas y llena de tristeza le dijo que no le demostraran a Amparo debilidad ni desolación que debían animarla y orar mucho por ella, encomendarla a Dios.

El 24 de diciembre ya se le veía decaída, indispuesta, tanto así que no participó mucho de la novena, pero su fe continuaba intacta, se mantenía en oración constante, siempre tenía una camándula en sus manos y todos los días hacía El Rosario pidiéndole a Dios por su pronta sanación. Por más enferma que se sintiera nunca lo demostró, siempre fue una mujer fuerte. Así paso todo diciembre y poco a poco todos los miembros de la familia se fueron enterando de lo que estaba pasando en su vida.

Entonces empezó su tratamiento, todas las semanas tenía que viajar a Neiva en compañía de su sobrina a realizarse las quimioterapias y radioterapias (tratamientos farmacológicos contra el cáncer que destruyen las células cancerosas al detener su capacidad de crecer y dividirse), se veía desmejorada ya que estos procedimientos eran bastante fuertes y sus defensas estaban muy bajas, a pesar de esto logró conservar su cabello, pues en la mayoría de los pacientes tiende a caerse.

En su casa tenían un grupo de oración llamado el Señor de la Buena Esperanza, todos los días algunos miembros de la familia y amigos cercanos se reunían en el altar, con el propósito de pedir por la salud de Amparo. Hacían vigilias hasta altas horas de la madrugada, como penitencia caminaba 7 kilómetros descalzos hasta llegar a la gruta del Señor de los Milagros, también al amanecer, fue entregada completamente a Dios, tanto que una noche de plegaria Consuelo muy concentrada enfrente del sagrario, se inclinó, bajó la cabeza quedándose completamente en silencio y de un momento para otro empezó a hablar en otros idiomas, tal vez Hebreo o Arameo, esa noche se dieron cuenta que había adquirido el don de hablar en lenguas. Desde allí cada vez que se reunían a rezar, a Consuelo le pasaba lo mismo.

La mañana del 6 de enero de 2004, no había nadie en la casa. Solo Amparo acostada en su cuarto. De repente sintió unas ganas incontrolables de ir a orinar, estando en el baño, de la nada, comienza a toser, su cuerpo arrojó algo, todo quedo completamente manchado de sangre, muy asustada pensó que había sido su matriz, al instante llega una de sus cuñadas, Ángela, quien como pudo sacó del inodoro lo que expulsó Amparo, una ‘bola de carne’ más o menos de una libra de peso; lo puso en un frasco de vidrio, decía que había sido el tumor. Cuando la llevaron de nuevo a la cama con una notable y enorme tranquilidad dijo la siguiente frase: ”gracias señor porque volví a vivir”, en ese momento su rostro cambió completamente, dice su hermana Consuelo que era como si le hubiesen quitado la cara de enferma y le hubiesen puesto una nueva, muy asustados la acostaron en la cama y le pusieron plásticos creyendo que se iba a desangrar, pero no fue así. Enseguida le prepararon un vaso de agua de panela caliente por que se trastornó un poco, desde ahí la vida de Amparo cambió totalmente. El dolor desapareció, ya no se sentía tan débil.

Días después fue a una cita con el oncólogo, allí acudió muy arreglada, bien vestida, perfumada y maquillada, las enfermeras y pacientes percibieron el cambio de Amparo, asombrados le preguntaban que le había pasado, pues ya no tenía esa mirada de dolor, congoja y su estado físico estaba plenamente renovado. Ella empezó a narrar su testimonio de vida, cómo la fe y la confianza en Dios logró la sanación de su cuerpo y espíritu. Todos en el lugar quedaron estremecidos con su historia y se alegraron por ella.

Los médicos al examinarla y hacerle los estudios oportunos, no podían comprender lo que había pasado. Ya no tenía cáncer. Parecía que nunca hubiese padecido de esta enfermedad.

Amparo se sentía muy bien, era muy precavida, se cuidaba en mucho y su en fe en Dios era cada día más y más grande, nunca lo hizo a un lado ni dejo que agradecerle un solo instante por el milagro de vida que había hecho en ella.

Transcurrieron varios años y muy confiada, creyó que jamás esa enfermedad volvería a entrar en su vida, por tal razón dejó de cuidarse, caminaba mucho a pleno rayo de sol, se daba gusto en las comidas y no regresó al médico, pero en lo que nunca dejó de pensar fue en el amor y la confianza en Dios.

De repente empezó a sentirse mal y apareció un sangrado en su cuerpo, eso fue a finales del 2012, no sabía que estaba pasando, así que sin pensarlo dos veces fue al ginecólogo y se puso en tratamiento inmediatamente; el cáncer había hecho metástasis, pero ella no se preocupó mucho, tenía la certeza de que iba a salir nuevamente de esta situación con la ayuda de Dios.

Día a día empeoraba la salud de Amparo, el sangrado no se detenía y venía acompañado de un fétido olor, los médicos no podían dar una explicación de lo que pasaba. Inició tratamiento con quimioterapias y radioterapias, pero no sirvieron de nada, el cuerpo las rechazó. Recurrieron a otros métodos farmacéuticos, pero nada funcionaba.

Su salud decayó en septiembre del 2013 y declinó aún más con la muerte de su padre en octubre, esto la afectó mucho emocionalmente; y ya para diciembre su estado era lamentable, perdió mucho peso. No comía, no salía de la casa, se la pasaba recostada en su habitación, en ocasiones era hospitalizada porque la infección era crónica y el olor del sangrado era muy fuerte, terminó el año bastante delicada.

Al iniciar el 2014 en la casa le hicieron remedios caseros con yerbas y plantas medicinales, cosa que le ayudó a hacer limpieza en su organismo y despidió el sangrado maloliente. En ese periodo de tiempo cayó en cama, no tenía fuerzas para levantarse, se adelgazo mucho más, el color de su piel era muy pálido por que había perdido sus glóbulos rojos, le detectaron anemia y en varias oportunidades le hicieron trasfusión de sangre.

Aunque consciente de lo que estaba viviendo, aún continuaba aferrada a la vida. Nunca pensó en la muerte y decía que ella se levantaría, que Dios no dejaría sola, que una vez más le concedería la sanación.

En marzo se le vio en su peor momento, no tenía alientos ni para pronunciar palabra, su aspecto físico era deplorable, había que ayudarle a levantarse y a comer, bueno… lo poco que recibía. no podía dormir, el dolor no se lo permitía, llorando rogaba a Dios y a su madre que la ayudaran a sobrepasar ese momento. De la nada el dolor desapareció y recobró el sueño, pero a tal punto que para ella el día y la noche eran iguales, todo el tiempo dormía, sólo abría los ojos para recibir unas cucharadas de caldos, pues ya era tanta la debilidad que no masticaba, le daban náuseas y vomitaba lo poco de comía, lo único que consumía era agua y líquidos, en varias oportunidades se ahogaba, le faltaba el aire.

En la mañana del 25 de marzo, Esperanza y Ángela viajaron a Neiva para tramitar la traída de un tanque de oxígeno, hablaron con el oncólogo quien de una manera muy sutil les explicó que ya Amparo estaba terminando su ciclo, que debían entender la magnitud de la enfermedad, ya no podían hacer nada, sólo brindarle amor y atención, ese era el mejor antídoto para que ella viviera sus últimos días con tranquilidad. Llenas de desolación trataron de asimilar lo dicho.

Al llegar la tarde, Esperanza entró a la habitación en compañía Consuelo, en un instante Amparo abrió sus ojitos hacia las dos y con una triste y desconsoladora mirada hizo un fuerte suspiro, parecía que quería llorar, Consuelo no soportó y salió de cuarto rápidamente llorando, sin que ella lo notara, Esperanza sacó fuerzas y se quedó allí acariciándola, entonces ingresó Ángela, quién se dio cuenta que Amparo le clavaba una mirada fija a su hermana como queriéndole decir algo, pero no podía hacerlo.

A las 4:40 pm en el hospital san Carlos del municipio de Aipe, después de una interminable lucha contra el cáncer de cuello uterino, falleció la señora Amparo Quiroga Manrique a sus 61 años de edad.


 
 
 

コメント


Últimos post
Archivo
Comparte
Síguenos
  • Facebook Basic Square
  • Twitter Basic Square
  • Google+ Basic Square
bottom of page