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¡Mis papitos en casa!

  • Mar.
  • 19 abr 2016
  • 3 Min. de lectura

Ilustración de Agustina Guerrero

Recuerdo que cuando pequeña amaba ver llegar a mis papás a casa, ya que ellos trabajaban todo el día y por consiguiente yo estaba sola más de la mitad del tiempo. Verlos era saber que estaría acompañada por las personas que más quería.

Hoy, ya que los años han transcurrido y que he aprendido a valorar una y mil cosas que en la adolescencia no hice, porque créanme estar lejos de casa me hizo entender que ningún lugar en el mundo se compara con el abrazo de una madre, con el consejo de un padre y con el cariño incondicional de ellos: mis seres más amados.


Aunque no comprendamos sus consejos del todo, algún día la vida les dará la razón, porque como dice un dicho: "más sabe el diablo por viejo que por diablo" y es que ellos ya pasaron por esta etapa y es claro que lo último que quieren en vernos sufrir, como ellos lo dicen: "yo solo quiero lo mejor para usted".


Este post es para ellos, mis eternos amores, quienes han dedicado cada uno de sus días para luchar por nuestra familia y quienes no se cansan de creer en mí.


Hace ya cuatro años no vivo con mis padres porque decidí irme a estudiar lejos de casa. Semanas de inmensa soledad he pasado. También días en los que lo único que comía era un pan, en ocasiones por pereza de hacer o salir a buscar o por el simple hecho de que era lo único que tenía. Noches en las que llegaba y el único que me esperaba era mi computador o en su defecto el televisor. Sé que muchos hemos pasado por esto y siento que a mí no me dio tan duro, obvio hubo días en los que cerraba los ojos y lo único que deseaba era estar en mi casa, con mis papás, pero aún así trataba de recordar por qué estaba haciendo eso, una de las razones principales eran ellos. El querer retribuirles algún día y de alguna manera todo lo que han hecho por mi.


Aunque también les confieso que hay ocasiones en las que me detengo a pensar en que no podría volver a vivir con ellos, porque de todas maneras ya he creado cierta independencia, pero lo que también pienso es que nunca podría llegar a ser ingrata ya que ellos lo han dado todo por mí y espero que algún día pueda hacer lo mismo por ellos.


Por estos días han venido a visitarme y les puedo jurar que no hay cosa más linda que llegar a casa y verlos. Saber que tu mamá te va a recibir con beso y un abrazo, no tiene precio. Ver a tu papá y decirle -porque así somos-: “y entonces mi gordo, ¿bien o qué?” darle un puñito o chocarlas las palmas… ¡es demasiado! Es tanto amor, que me resulta casi imposible describir.


Recuerdo que cuando niña mi mamá me decía: “mi payasito ¿por qué está triste?”… ay el tiempo pasa tan rápido y la vida cambia tan de repente… hoy me siento con tanta nostalgia de saber que uno nunca vuelve a ser el mismo, pero yo sigo deseando, hoy volver a tener cuatro años y que mi única preocupación fuese que llegara la hora de volver a ver a mis papás.


Mami y papi, los amo tanto que decirlo es poco.


 
 
 

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