Tinder y yo
- El Bloh
- 17 may 2016
- 4 Min. de lectura
Como cada ocho días ando buscando un tema sobre el cual hablarles, y el de hoy definitivamente no sé si será tan apropiado porque ya tenemos seguidores –eso de seguidores fue muy vanidoso- y algunos de ellos son bastantes sensibles con algunos temas que hemos tratado, y no precisamente porque hablemos sobre X o Y cosa, sino porque de cierto modo van descubriendo partes de
nosotras que no imaginaban y que quizás no quisiéramos que supieran, pero que tampoco queremos ocultar, o sea, como muchas cosas en la vida, sí pero no.
El hecho es que ya entrados en gastos, les voy a contar de esta experiencia que me sucedió hace un año y medio, más o menos.

Siempre he sido una persona solitaria, pero no por eso me he quedado ahí esperando a morir del aburrimiento sin hacer nada con lo de querer vivir solita, porque sea como sea uno necesita de compañía –por ejemplo, ahora vivo feliz- y es normal porque los seres humanos nacimos para vivir en sociedad y es por eso que cuando me contaron de Tinder (una aplicación para conocer personas o tener sexo, eso depende de cómo la quieran utilizar) la curiosidad me picó y no dude un minuto en probarla.
El primer paso, por supuesto, fue descargar la aplicación; luego registrarme mediante Facebook y completar algunos datos y luego si ¡lo emocionante! comenzar a hacer match con chicos que también quisieran conocerme. Los primeros días no entendía ni pio la aplicación, pero a las semanas ya más o menos entendía cómo funcionaba todo, y por ende se me hizo familiar el proceso.
Luego de hacer match con alguien pues lo lógico era comenzar a hablar y si había algún interés conocerse, pero la verdad fui muy escéptica con eso de conocer a alguien por medio de una aplicación y que posiblemente me estuviera mintiendo, el miedo de la mayoría en temas relacionados con “citas a ciegas” por eso, aunque hice match con muchos, conocí solamente a dos. De los cuales me quedó un muy buen amigo y otro que me hizo desistir de la aplicación.
El primero, como les cuento, es ahora un muy buen amigo y creo que no es muy relevante hablar sobre él, pero el segundo, ay Dios el segundo –jajaja- Bueno, pero vamos por partes para tratar de comprender la historia que la verdad no es muy larga, pero me parece muy graciosa aunque en el momento me ofuscó muchísimo.
Yo soy de las personas que cree –y que me disculpen si se ofenden o no les gusta pero no me interesa- que todo entra por los ojos, desde la ropa, comida, cosas en general, hasta y por supuesto, la apariencia física; por eso, precisamente por eso, hice match con esta segunda persona, porque en las fotos se miraba realmente ¡papacito! Pero de todas maneras había algo que no me terminaba de convencer y es que mi sexto sentido me advertía que no hiciera mucho caso en conocerlo porque sería una decepción total. Pero como soy terca por naturaleza, un día que estaba muy, pero muy aburrida con mi mejor amiga haciendo nada en la casa, decidí hablarle y proponerle que nos conociéramos y así fue.
Y como obviamente tenía un pálpito y no bueno, entonces le pedí a mi mejor amiga que me acompañara y por supuesto ella dijo que sí. Antes de encontrarnos con el tipo hablamos de todas las posibilidades que podrían suceder y entonces hicimos un plan para cada una. Por ejemplo, si era así papacito como se veía en las fotos pues ella se iba, si nos caía bien a las dos pues nos lo gozábamos –monetariamente, aclaremos-, si a ella le gustaba yo me iba, y la última y a la que tuvimos que recurrir fue la de: si no es como parece decimos que estamos invitadas a una cena y debemos irnos a alistar.
Como ya les adelanté, el tipo resultó no parecerse en absolutamente nada a lo que había en sus fotos, de hecho cuando llegó al sitio en el que habíamos quedado de vernos no podíamos identificarlo, porque era demasiado diferente a las fotos que tenía en su perfil de Tinder, entonces nosotras muy sutilmente hablamos con él cerca de veinte minutos y luego llevamos a cabo el plan que habíamos preparado por si sucedía algo que ya habíamos supuesto.
Como les dije anteriormente, para mí todo entra por los ojos y simplemente el tipo no fue de mi agrado y tampoco me gustó su manera de pensar. Claro, claro, en la vida hay de todo y esa diversidad la respeto muchísimo y considero que eso es precisamente lo que hace al mundo chévere, saber que todos somos diferentes y que tenemos algo distinto que ofrecerle a los demás. Yo desistí de Tinder porque simple y sencillamente preferí dejar que las cosas llegaran y fueran sin necesidad de apresurarme por buscarlas.
Pero también vale recalcar que no andaba buscando nada en concreto con nadie en Tinder, ni en ningún lugar. Y es que para aquella época de mi vida, ese dicho que dice: “el que no sabe para dónde va, cualquier bus le sirve” me caía como anillo al dedo pues solo quería pasar un rato diferente, y probar eso que andaba en furor, pero sin compromisos ni rollos.
Para finalizar el cuento con el tipo, les cuento que se volvió intenso y por supuesto tuve que bloquearlo de todo. Pero chicxs no crean que todas las experiencias de Tinder son malas porque conozco parejas que se han conocido mediante este medio y son realmente felices. Muchas personas juzgan esta modalidad para conocer nuevas personas, yo simplemente creo que es una más, igual que ir a un bar y conocer a alguien, de hecho pienso que Tinder da la posibilidad de ir conociendo de una manera menos alocada a la persona que en una noche de copas y alcohol en cualquier discoteca de la ciudad. Obvio, hay que tener cuidado porque no falta el tipo que pone fotos que no son.
Y bueno, también hay que tener en cuenta el contexto desde el que narro mi experiencia. ¿¡Quién sabe si en Europa si esta el tinderazo!? -aunque por ahora ni siquiera quiero saberlo-
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