Estado civil: entusada
- El Bloh
- 22 may 2019
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Me enamoré de él. Era la pareja 'ideal', ni defectos tenía (para mí). Si me preguntan ¿por qué?, les respondo: romántico, divertido, detallista, caballeroso, responsable, atento, amoroso, inteligente, trabajador, en fin... lo que llaman 'buen partido'. Su mamá me decía, “el que es buen hijo es buen marido” y aunque me causara un poco de gracia esa frase, me la creí. Pero no fue solo eso, también conquistó a mi familia, amigos, vecinos y todos aquellos que sabían de nuestra relación, incluso, a la gente del pueblo que nos veía en la calle tomados de la mano, “se ven tan lindos”, decían. Parecíamos ser la pareja perfecta, la relación envidiable que todos deseaban tener.
Pero tranquilos que hay más, yo le abrí las puertas de mi casa y lo hice parte de mi familia, mis papás lo querían como un hijo, “suegrita linda de mi corazón” le decía a mí mamá. Para mis sobrinos y sobrinas, un súper héroe, un ejemplo a seguir y un gran amigo para su “cuñao del alma”. El cariño que todos le tenían era sincero. Y claro, también me gané el afecto de su familia, tuve una excelente relación con todos, incluso con gente que ni siquiera alcancé a conocer personalmente.
Éramos compatibles en todos los aspectos. Me sentía tan afortunada de tener a un hombre como él en mi vida, no me cansaba de agradecer a Dios por ponerlo en mi camino. Nunca me había sentido tan amada y bien correspondida. Vivía siempre concentrada en ver todas sus virtudes, buenos actos y sobre todo, en amarlo como a nadie, y justo por eso, pasé por alto esos pequeños “defectos soportables” -así los llamaba yo- que notaba en él, cosas que parecían insignificantes, una que otra mentira piadosa, su temperamento, celos, entre otras fallas que pensaba que podría mejorar con el tiempo. Siempre lo justificaba a él y a sus comportamientos.
Pero, “esos defectos soportables”, se fueron haciendo más grandes, y se le sumaron muchos más, hay uno que no sé si algún día podré superar; ser mal llamado 'mujeriego'. Desde que iniciamos la relación me engañó, luego me seguí dando cuenta de otros engaños, pero siempre lograba convencerme de perdonarlo. Y yo me consolaba con el “soy la oficial” “puede estar con otras pero me ama a mí”, “puede compartir la cama con otra pero me extraña y añora a mí”, ahora veo lo ridículo que eso sonaba. Estaba tan cegada. Creía que si lo dejaba ir nadie más me amaría como él, nunca encontraría a alguien que hiciera todo lo bueno que hizo por mí, no sería capaz de amar a otra persona, ya mi futuro lo había proyectado con él, no me veía con nadie más, era imposible pensarlo, sumado a eso, mi familia lo adoraba, estaban convencidos que lo nuestro de verdad iba a ser un “para siempre”, y no solo ellos, yo también lo creía así.
Recuerdo cuando descubrí la primera infidelidad. Llevábamos año y medio de una relación de 'cuento de hadas'. Fue muy duro para mí, no imaginé que él pudiese hacerme algo así, me lastimó tanto que pensé que no podría perdonarlo. No dormía ni comía, me encerraba en mi habitación, no paraba de llorar, sentía una presión horrible en el pecho, una de las peores experiencias de mi vida.
Pero ahí estaba él, en el momento preciso para solucionar el daño causado, con promesas, llanto, súplicas y actos, por que no solo eran palabras, me demostró que estaba arrepentido; así que con todo el dolor que tenía, decidí continuar con él.“Todos merecemos una segunda oportunidad”, “no puedo echar a la basura tantas cosas solo por un error”, “él no es perfecto, todos los seres humanos se equivocan”, ingenuamente me convencí de ello, justificaba su actuar y trataba de ‘entenderlo’.
Con lo que pasó empecé a ser desconfiada, insegura, celosa, ya no creía en lo que me decía, vivía muy intranquila, creaba perfiles falsos para vigilar a las chicas que él frecuentaba. Ellas en algunas ocasiones me hablaron y contaron muchas cosas él, y aunque sonaban bastante reales e inclusive ya me había dado cuenta de algunas, preferí no prestar atención y no por que no le creyera, sino porque estaba completamente segura que conmigo no sería así, porque aunque me falló y me volvió mierda, también me demostró de mil maneras que me amaba. Además, siempre con la idea de que con una va a ser diferente, el hecho que con otra persona se haya portado mal, no significaba que iba a ser igual todas las veces.
Ya perdí la cuenta de cuantas veces lo tuve de rodillas ante mí, con sus ojos llenos de lágrimas, rogando una nueva oportunidad, prometiendo cambiar y mejorar. Para hacerme ver que ninguna de sus 'amantes' le interesaba, les decía locas, las ponía por el suelo, las culpaba de todo, se hacía la víctima, “si quieres la llamo y tú escuchas lo que le digo”, o sea, quería que oyera como las trataba mal, nunca acepté eso, pero sí leía los mensajes que él les enviaba, eso me tranquilizaba un poco, “ esa vieja ya no le importa” -creía yo- pero estaba equivocada, con eso solo demostraba lo patán, guache y grosero que es, para él era una prueba de amor, pero sin darme cuenta estaba lejos de serlo, más bien era una visión de cómo me podría tratar a mí en un futuro, y así fue.
Hace casi dos años, en el momento menos esperado ni imaginado se marchó sin una explicación, dejándome completamente destruida, cuando se suponía que estábamos pasando por un momento que debió ser duro para los dos, pero a él no le importó eso, ni mucho menos cómo me sentía, solo se fue. Descubrí que había sido por una mujer; estaba convencida que esa vez sí se acabarían las cosas, lo que había hecho no tenía perdón, no podía aguantar más. Y es que cayó tan bajo, que hasta mi familia lo aborreció, ya no querían saber más de él y me prohibieron hasta tener algún tipo de contacto. Recuerdo que en uno de sus arrebatos de sinceridad me dijo: “es que no sé si yo algún día pueda serte fiel” eso me dejó fría y comprendí que hombres como él no merecían la pena y decidí alejarme definitivamente.
Pero, adivinen qué, jamás me dejó tranquila, siempre me buscó y lastimosamente volví a caer en sus redes. Las mismas palabras, el mismo llanto, los mismos actos enormes de arrepentimiento, mi ingenuidad, mis inseguridades y el amor tan grande que sentía, hicieron que lo recibiera de nuevo. Y no voy a negar que todo marchaba bien, se estaba portando ‘bien’, parecía haber cambiado. Estaba tan feliz. De mí ya se habían ido algunas inseguridades, la desconfianza no era tanta, las peleas habían disminuido, sus demostraciones de amor se hacían notar; con paciencia y humildad, logré que regresara a mi casa, donde a pesar de todo, lo aceptaron con el mismo cariño.
Había pasado más de un año, todo aparentemente estaba bien, pero una vez más, como de costumbre, involucró a una tercera persona y se desapareció. Y aquí estaba yo de nuevo con el corazón roto.
Pero estar en esta situación me hizo ver desde otra perspectiva lo que ocurrió en el pasado. Entendí que todo lo que este sujeto supuestamente había hecho por mí, en realidad lo hizo por él, ya que solo pensaba en sí mismo, por eso siempre me engañó, disfrutaba del momento y no le impostaba nada, porque creyó que todo lo podía manejar a su gusto, con mentiras y ocultando cosas. Iba, la pasaba rico, volvía, pedía perdón y listo, todo normal.
Hoy sé quién es en realidad, cada una de sus facetas, estados de ánimo, gustos, mentiras, cada palabra que pronunciaba con tal de obtener lo que quería, el por qué de algunas de sus pésimas decisiones y mil cosas más. Una de las últimas veces que hablamos me dijo que quería mejorar, lo noté arrepentido y con ganas de hacerlo, pero, ya había oído eso antes, quisiera que fuera verdad. Ojalá se convierta en una mejor persona y que nada de lo que hizo, lo repita con alguien más.
Tal vez debí ser más fuerte, tener mucho más carácter, saber decir no, marcharme a tiempo, escuchar consejos, pues todos lo veían pero yo me negaba a entender y aceptar mi realidad, pero “ya no hay marcha atrás, ya lo hecho, hecho está” cómo él mismo me lo dijo. Todo pasó como debió de ser, claro está, con la ayuda de mis malas decisiones y el haber permitido que hiciera conmigo lo que quisiera. Y aunque estoy llena de dolor, no quiero guardar rencor ni odio. Ahora solo deseo estar en paz, tranquila y sanar las heridas. Ésto lleva tiempo, no se deja de querer o sentir de la noche a la mañana, pero siempre hay que tener paciencia y estar segura de que se puede lograr. ¡De amor nadie se muere!
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